domingo, 10 de marzo de 2013

Unir es mejor que separar

La actriz Ana Peruzzotti y el Chef Hugo Macchia luego de varios años de convivencia han decidido casarse.
Luego de dos hijas tan lindas como ellos, decidieron profundizar su compromiso mediante la institución del matrimonio. Para ello, organizaron una ceremonia plagada de estilo y repleta de amigos, familiares y alegría por doquier.

Por la mañana se alistaron en el Registro Civil correspondiente y guardaron para la noche una ceremonia con sus seres queridos para llevar allí la tradición de sentar testimonio de mutuo consentimiento en el amor.

Para ello, me propusieron que oficie de presentador de este nuevo Matrimonio a la vieja usanza del orador y figura externa, que en algunas tradiciones adquiere relevancia religiosa y en otras, como en este caso, mediante un procedimiento laico con el objetivo de explicar los motivos por los cuales estabamos tod@s allí presentes.


La unidad familiar basada en dos personas como núcleo inicial ha sido el motor de la civilización, la herramienta histórica por la cual las sociedades pudieron trasmitir sus tradiciones de generación en generación. 

Esa unidad, de dos seres iniciales no es de la naturaleza sino por el contrario es una construcción humana. Salvo excepciones es muy difícil encontrar en el reino animal especies que elijan una compañía para toda su vida y a su vez, son contadas las que viven en absoluta soledad. El instinto de supervivencia en la necesidad de alimentarse, defenderse y sobrevivir ha llevado a que las diferentes especies de la naturaleza a buscar formas de vida en grupo promoviendo en esa unión una ventaja extra a sus capacidades naturales.

Los animales también construyen leyes para asegurar la paz y el orden en sus sociedades estableciendo jerarquías de mando al interior de las manadas, como los humanos lo hacemos cuando construimos reglas de convivencia y límites, para poder convivir entre diferentes disminuyendo mientras se pueda el ataque natural propio del instinto de supervivencia.

Claro esta, que en las sociedades humanas esas reglas de convivencia son más complejas y abstractas que las del reino animal, a su vez requieren de pactos y letra escrita para que en caso de incumplimiento haya posibilidad de sanción.

De alguna forma, el matrimonio ha sido una de esas instituciones donde a lo largo de la historia se ha podido constituir los ordenes de convivencia y estos a su vez fueron mutando de acuerdo a las relaciones de poder existentes garantizando en nuestros días un profundo avance camino a la necesaria igualdad entre los géneros garantizando que la palabra de las partes valga igual cada mañana, cada tarde y cada día. 

De alguna manera en las relaciones heterosexuales podríamos reconocer como es casi una obviedad que se le reconozca los mismos derechos a la mujer que al hombre, sin embargo no fue así siempre. El devenir histórico ha permitido que los diferentes puedan valerse de los mismos derechos por medio de luchas, reivindicaciones y sobretodo, marcos jurídicos y teóricos que lo hicieron posible.

Algo de eso, logramos también los humanos con la conformación de las sociedades democráticas donde no existen seres superiores sino que todos gozamos de las mismas posibilidades de expresarnos, de hacernos oír y de emitir nuestro juicio sin necesidad que haya un orden superior que pueda determinar que esta bien y que esta mal en nuestra manera de pensar, ya que la verdad en las sociedades democráticas como en las parejas de humanos son todas relativas.
En el último tiempo a nuestras sociedades les han inoculado una enfermedad, la enfermedad de la verdad única. Esa enfermedad que tiende a profundizarse con altas dosis de manipulación nos esta llevando a una estúpida y cotidiana práctica de creer que una idea política vale más que un abrazo o un beso.


Amigos que dejan de serlo por ideas políticas, personas que se sienten en condiciones de determinar quiénes son buenos y quiénes son malos son un pésimo precedente en la vieja idea de la comunidad por medio de un orden que nos garantice la paz entre los distintos.

Estoy honrado por la invitación y eternamente agradecido con Ana Peruzzotti y con el gran Hugo Macchia que me han permitido recordar para que hacemos política los que creemos en las sociedades plurales, en la certeza de que siempre es mejor Unir que separar.

Es un enorme desafío para estos tiempos, pero vale la pena intentarlo. En eso estamos.