Nacido
y criado en el barrio de Flores, es por sobre todas las cosas un autodidacta,
una alma inquieta decidida a moldear su propio camino sin necesidad de asumir
la urgencia ajena.
Su
Máquinas
que hacen música, hormonas reproducidas artificialmente, gametos manipulados,
son el anticipo de una naturaleza cada día menos natural de la cual Melero
transforma a veces en canciones, a veces en performances y siempre en
interrogantes.
Un
claro ejemplo de ello es su irrupción en el recital de BARock 82 donde recibió
kilos de frutas y verduras por utilizar una caja electrónica como instrumento
musical. A la fecha sigue sin comprenderse la profundidad de aquel planteo: la
humanidad cede espacio al robot que creó para facilitar sus condiciones de vida
en un lento proceso de hibridación donde lo natural cede terreno inexorable a
lo tecnológico sin saber aún el producto final al cual asistiremos.
Su
costado político es el menos reconocido. Ciudadano activo, Melero fija posición
ante la injusticia, con la profusión de quien sabe de qué va la lucha por el poder.
El individuo es libre de las instituciones, pero es libre realmente cuando lo
es de sí mismo.
Y
allí está este profeta de la liberación del individuo contra toda forma de
opresión, en especial la opresión del miedo al cambio. En su lucha contra el
conservadurismo entronizó al rock no como un sonido, sino como una actitud.
Su
trayectoria artística lo encontró a disgusto con el éxito masivo. No por nada
después de dos grandes y masivos trabajos junto a Soda Stereo (“Canción animal”
y “Dynamo”) y el disco “Colores santos” en colaboración con su líder, Gustavo
Cerati, la mejor ocurrencia que tuvo Melero fue publicar unos años después
“Operación escuchar”, un álbum hecho solo de un sonido.
El rock ha sido para él un conducto con el cual vincularse con otros discursos, diferentes campos del conocimiento en los cuales su obra interactúa, y de allí su programa mientras conversa sobre la tecnocracia, la clonación, Internet, la física cuántica o la filosofía amorosa.
Un
poco científico, un poco músico y un poco coolhunter, Melero presume la
virtud de encontrar oro donde otros hallan basura.
El poeta y periodista Gustavo Álvarez Núñez,
quien fuera director de la revista Los Inrockuptibles
durante sus años iniciales, supo plasmar
horas y meses de conversaciones en el libro “Ahora, Antes y Después”.
De
esos diálogos surge la antelación con la cual Melero comprende el futuro que
hoy es presente, cobrando forma el líder del siglo XXI del cual carecemos en
nuestro país por la tendencia absurda de condenar a la actividad política a
vivir refugiada en el pasado.
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