domingo, 20 de febrero de 2011

El derecho a otra oportunidad

Alan nació en Agosto del año 1991 en el hospital de Tigre, es el menor de cinco hermanas y al nacer no fue registrado por sus padres, por eso al día de hoy se encuentra indocumentado.

Curso hasta quinto grado de la escuela primaria y en aquellos días acompañaba a su padre en el cirujeo ya que este se había quedado sin trabajo en aquellos años.

Entrada la adolescencia pasaba la mayoría del día en la calle y antes de cumplir quince años ya había salido a robar "de caño" en varias oportunidades.

Al cumplir 18 años, vivía con su novia y el hijo de esta, se dedicaba a robar en casas para mantener la suya y llego a juntar en diferentes botines poco más de setenta mil pesos, televisores y no recuerda cuantas cosas más, que al ser atrapado por la policía se redujeron solo a mil pesos en el informe judicial.

Su testimonio no debe ser muy diferente al resto de los cuarenta "pibes" que forman parte del pabellón 9 de la penitenciaria 47 con quiénes compartí la tarde del viernes pasado, en el marco del programa de asistencia y tratamiento de jovenes adultos del Servicio Penitenciario.

Esta experiencia se encuentra en etapa de evaluación y consiste en formar un pabellón solo integrado por menores de 25 años que cuentan con asistencia psicosocial, vínculo con el circulo familiar y otras acciones tendientes a una posible reinserción social.

Allí el grupo de profesionales del Servicio Penitenciario hacen malabares por la falta de recursos y artículan esfuerzos con la Defensoría del Pueblo de Vicente Lopez, la Pastoral Carcelaria del Obispado de San Isidro, liderado por el Padre Jorge García Cuerva, para que el gobierno de la Provincia de Buenos Aires les asigne docentes para la puesta en funcionamiento de una escuela primaria y secundaria.

Alan ansía tener su DNI algún día y tal vez conseguir un empleo, en eso piensa ahora pero una vez afuera no se imagina ningún trabajo que lo pueda reclutar, pero como faltan nueve años no quiere pensar en esa posibilidad aún.

Los internados pasan en el pabellón la mayor parte del día y evitan el contacto con el resto del penal ya que siempre termina en alguna pelea con los mayores, se anotan a cuanto curso existe de carpintería, panadería, etc. La escuela dicen les permitiría no solo ocupar el tiempo, sino también aprovecharlo para "aprender" y conocer cosas "nuevas".

El derecho a volver a intentarlo no existe en ninguna legislación, pero queda claro que hay personas que tienen ese derecho vedado de antemano.

Desde el Concejo Deliberante vamos a acompañar y promover la instalación de la escuela primaria y secundaria en la penitenciaria 47, tal como lo recomienda el excelente informe que desarrolla la Defensora del Pueblo de Vicente Lopez.

Algo podemos hacer, en eso estamos apostando siempre por una oportunidad para los que nunca la tuvieron. Seguimos

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